El dolor del alma no se divide, no se comparte, es de cada uno y permanece para siempre en el interior de quien penetra. Se llora, se canta, se oculta, puede ser una alarma y es opcional sufrirlo, porque doler duele, pero el sufrimiento es un sentir que puede acompañarlo, o no, según se afronta. No se divide entre todos los que saben la causa del dolor, nadie puede penetrar tan hondo en la mente de un semejante, pero se puede comprender e interpretar según las experiencias propias y modelos aprendidos, que de alguna forma establecen analogías y despiertan sentimientos nobles ante una “escena de dolor” La alegría es el antídoto, la risa, que sí es contagiosa, que se expanda fácilmente y aflora en cuanto una sonrisa ilumina un rostro, en ese mismo instante. La primera sonrisa, la propia. El dolor permanece en el alma durante toda la vida, se va transformando en el interior y adaptándose a los cambios, y es así como a veces se le describe como “una cicatriz”, deja h