lunes, 14 de marzo de 2022

Fracaso escolar


Fracaso escolar


En mi caso mejor diría que soy «un fracaso del sistema educativo español»,  porque mi infancia transcurrió en una etapa oscura de la historia de España; me refiero a los años posteriores a la Guerra Civil, cuando el golpe de estado franquista arrasó los avances sociales, sobre todo en materia de educación, que se habían logrado durante la Segunda República. Yo mandaría al fuego eterno a todos los ministros de educación que durante décadas adoctrinaron a la infancia, con dogmas y consignas de corte fascista.


Que el sistema fracasara conmigo es algo de lo que a partir de un momento dado pude alegrarme. No fui instruida; como consecuencia tampoco adoctrinada. Los maestros y profesores pasaban de mí. No recuerdo a ninguno que me prestara la más mínima atención si no era para reprenderme. La peor experiencia que recuerdo es el curso que estuve en un colegio de monjas, la Compañía de María, con menos de ocho años; recuerdo castigos humillantes y palabras de desprecio hacia mí. Una de las monjas parecía perseguirme constantemente. Dos alumnas mayores, hijas de «Buena familia», que odiaban a las monjas, se encargaban de protegerme. También me enseñaron algunas cosas. A una de ellas la expulsaron del centro por mala conducta. Al año siguiente yo no fui admitida en la cuota de los pobres, porque no había plazas. No tuvieron que expulsarme.


El único colegio cercano a mi casa era de carácter privado, exclusivo para niños hijos de ferroviarios; las niñas no eran admitidas. Era el centro donde se distribuía la leche en polvo procedente de USA. Cada mañana, a la hora del recreo, una fila de niñas con un cacito en la mano, entrábamos al patio donde nos servían tantas tazas como pudiéramos beber allí mismo. A continuación abandonábamos el centro, en tanto que los niños reanudaban las clases.


Las niñas volvíamos a casa ayudar en las tareas domésticas, algunas, las menos, pasaban el día deambulando por el barrio, hasta la hora de comer. Yo era de estas pues mi hermana mayor se encargaba de las faenas de la casa. A mí me mandaba a los recados, a las tiendas de ultramarinos, la pescadería, la lechería, etc. y así entretenía mi tiempo.


Fui aprendiendo a leer y a escribir con la ayuda de mi padre, que me incorporaba a la mesa donde mis hermanos hacían los deberes escolares y me hacía participar. Seguía el ritmo del aprendizaje, sin evaluaciones, progresaba incluso más rápido que mis hermanos.  Lengua, dictados, ortografía, redacciones, lectura eran las materias que más me gustaban. Cálculo no pude, no llegue a tiempo a los números; es una de mis taras que felizmente la resuelve una máquina: La calculadora. 


Lo que yo no sé es resolver problemas matemáticos y a veces no tengo más remedio que afrontar alguno.


Marzo, 2022


PRESAS (*) Las mujeres somos presas de los depredadores allá donde nos encontremos. En la calle, en los transportes públicos, en las escu...